La llama perdurante

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Esta zapatilla para terreno de montaña contiene en su esencia algo muy especial. No son sus materiales o su construcción que pudieran alardear innovación, o su etiqueta de marca reconocida en el ámbito de los deportes alpinos.
Su valor radica en la historia y el significado que representa: un momento exacto, preciso, fundamental en la génesis de una esencia ideológica, un espíritu que guió nuestra percepción de las montañas y nuestro despertar al mundo vasto, enorme que son.
Era el año 2000, y descubríamos a la par de su surgimiento contundente, el ciclismo de montaña, tornado en una herramienta de profunda exploración en geográfico y espiritual ámbitos.
Las montañas de Nuevo León estaban a nuestra disposición, vastísimo lienzo de territorios inexplorados, aguardantes. La única limitación esencial a la profundización era la condición física: el entrenamiento se volvió un ritual de alma y cuerpo para el sacerdocio del montañismo.
Fue en este contexto que tomaron relevancia herramientas materiales que aún no exultaban ni estaban corruptas con el consumismo materialista que una década después se consolidaría omnipresente. Bicicletas construidas con un propósito espiritual, no comercial. Calzado y otro equipo de montaña creado para potenciar las fuerzas de un cuerpo físico dedicado al descubrimiento, no para meramente satisfacer nociones identitarias sometidas a dictados comerciales ó culturales.
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La identidad existía: la pertenencia a un círculo de apasionados en lo más íntimo por las montañas. Sentir zapatillas así calzando el pie era sentir la potencialidad, el impulso jalante a adentrarse en las serranías norestenses, hacia la comulgación del espíritu con las entidades que uno comenzaba a aprender a vislumbrar de formas cada vez más concretas en la Naturaleza serrana.
Eran tiempos de ausencia de redes sociales cuya sobreabundancia expositoria en el futuro que hoy es nuestro presente ahogaría en una menguación de significados las expresiones individuales de exploración y descubrimiento.
Aún regían los espacios digitales de cooperación en experiencias, relatadas de forma redactada como crónicas, mesuradas en fotografías que no exigían reacciones automatizadas ni su imitación personal para recaudación egocéntrica, sino que fungían como provocadoras de anhelos ulteriores de exploración y andanzas para cooperar al esfuerzo colectivo de conocimiento.
Espacios emblemáticos como México en Bicicleta y sus foros en internet; la página de Montañismo y Exploración de la UNAM; la página XP México; los clubes de excursionismo como la LASEN y el Círculo Mercantil Mutualista de Monterrey; la tienda Outdoor Life en Av. Gómez Morín; los primeros clubes de ciclismo de montaña en Monterrey y las primeras competencias; la breve en existencia revista TerrAventura; la época de las competencias Discovery Eco-Challenge tan inspiradoras, y de los primeros duatlones de montaña en Chipinque; la sierra de Santiago como el portal aún vasto en espacios incipientes de exploración; el cañón de la Huasteca como puerta de acceso a horizontes titánicos de una serranía enigmática y solitaria; la contemplación de cartas topográficas del INEGI y no pantallas de dispositivos GPS.
Tiempos en los que el mero nombrar con voz a The North Face era invocar visiones de lejanías de alta montaña y audaces incursiones temerarias, no una retahila de productos, mercadotecnia, y rebosantes cantidades de ropa vacía de significado más allá de una vacua enunciación identitaria que ya poco o nada tiene que ver con la montaña.
Tiempos en los que las marcas eran la representación abstracta de ideales loables en la búsqueda esforzada por el conocimiento de sí mismo a través del descubrimiento geográfico.
Estas zapatillas, halladas sorprendentemente como un producto contemporáneo en la línea vastamente degradada de una marca que creía había olvidado ya su esencia original, son un reducto valioso y que se enalza orgulloso como guardián de aquello que antes fue y que aún habita en los corazones de muchos que nos resistimos a sumergirnos sin retorno en la esterilización deshumanizante de fuerzas culturales desvirtuadas y deseosas de destruir todo lo valioso del pasado.