Contemplación horizontal
¿Qué enseñanzas debo reconocer y aprovechar?
Desde hace unos 7 años ya que siento vivir una etapa de mi vida marcada por un desgaste que me hace anhelar calma, paz, y descanso. Desde luego, esos 7 años no han sido para nada caracterizados por esas condiciones. Más bien, subyacente en mi voluntad ésas han sido los motivantes de mi formulación de objetivos para casi todo lo emprendido.
Vaya, si releo todos mis escritos, es claro que mi anhelo es esa paz. Y mis acciones revelan que mi concepto de esa paz, tiene mucho de un componente de aceptación existencial.
El mundo es vasto, el conocimiento infinito. Ciertamente no lo he abarcado todo, pero algo sucede que hace que en ese horizonte disponible a mi, no halle motivación ulterior suficiente. En mi mente ronda predominante la explicación de que ello es debido al grado de realización sobre la realidad que mi consciencia ha alcanzado.
¿Qué es la vida humana? En mis experiencias, sé que he logrado abarcar mucha de la sustancialidad fundamental de la vida humana. Logros, crecimiento, decepciones y develamiento, reinicios, perseverancias, angustias, tristezas y agonías, dichas, placeres, deleites, libertad, amor, fortuna. Omito la desfortuna, pues a Dios gracias, sigo exento en mi percepción de ella. ¿Tal vez mi estado actual pueda derivar en ella? Tal vez. Pero lo dudo. El grado de aceptación conceptual que he desarrollado no admite a la desfortuna como vulgarmente es concebida. Sino simplemente, como parte de la realidad, algo a no minimizarse ó paliarse con tal nomenclatura.
De hecho, realmente sí la he vivido, no a través de su efecto directo sobre mi carne ó mente. Sino que he recibido la oportunidad de mirarla comprensivamente a mi alrededor. Tal vez esté en mí mismo, pero la gracia de Dios a través de la fortaleza que en mí imbuyó, me mantiene incólume a ella.
Y es esa observación de la desfortuna, lo que está, en contexto con todo lo demás en integración, en la génesis de la aceptación que hoy gobierna mi perspectiva sobre la realidad.
Al parecer, estoy adentrado en lo que pensadores han descrito como nihilismo. Por otro lado, sé que sigue viva en mí la convicción, como algo inmortal y eterno, de la significancia loable de la vida humana. De no ser así, sé que mi fuerza por vivir, terminaría irremisiblemente.
Ahora, sé también que esa convicción no es un autoengaño defensivo. Puede que sea el núcleo de la semilla de la enseñanza cultural que recibí, pero eso no le quitaría su autenticidad, su valor esencial. Más bien, aportaría una justificación clave para sostener que la realidad humana tangible, cultural, es de valor y un barco necesario para navegar el océano del ignoto significado de nuestra existencia colectiva.
Ciertamente, me encuentro navegando una extensión de ese océano, en que las aguas forman una planicie silenciosa, en calma, un desierto líquido de estaticidad desgastante, y en el que no bastan las constelaciones en el firmamento nocturno para determinar el rumbo.
Y no es esta ignotabilidad del rumbo una cuestión personal en cuanto a un desconocimiento básico, fundamental de mi psique. Desde hace tiempo que tengo cabal - en cuanto a suficiencia práctica - conocimiento y dirección de mi persona. Desde entonces, mi atención plena se ha vertido ya a la comprensión del mundo externo, siendo ya comprendido y controlado el interno, listo para cumplir su función de anclaje referencial para la examinación madura del exterior.
He transitado ya más allá de la estructura que basta y sobre para dar una motivación suficiente - y un trasfondo satisfactorio sobre el "mundo" - a las vidas en su general vivir. Transitarlo implicó observarla, distinguirla, identificarla. Vislumbro pues, horizontes de la potencial hacienda humana más allá de ello, vastos en posibles experiencias. Pero algo ha sucedido que, como inicié diciendo, me niega el solaz, la certeza, aunque fuese la simple confianza, que tales potencialidades podrían darme al fungir como punto de anclaje para mi prosiguiente vivir.
Creo que lo que me ha despojado de mi ánimo, es la realización de la crudeza burda de lo que es el conjunto de la humanidad, de lo que es el proceso puro, crudo de la reproducción cultural social en que estamos inmersos.