El enfoque fallido. Introducción
El presente que vivimos es el inicio tangible de la época de la inconsecuencia existencial y la vacuidad moral y ética. Ésta es una realidad incómoda que, justamente y como primer prueba de ella, sólo son capaces de reconocer aquellos que aún resguardan en su espíritu y consciencia los elementos ideológicos del pasado anterior a esta época presente. No somos muchos, y el tiempo que transcurre ve declinar el número irremisiblemente.
Pero esta época que vimos manifestarse tangiblemente en el lapso de las últimas décadas, comenzó a gestarse propiamente hace aproximadamente un siglo, y el contexto de origen para esa gestación tuvo lugar aún más atrás, hace tres siglos.
La esencia de Occidente - ese baluarte conceptual, antiguo más de 2 milenios y que es la cuna del mundo dominante cultural y económicamente como lo conocemos hoy - siempre ha sido la cultura, y esta cultura ha sido predominantemente a lo largo de su historia principal una intrínsecamente ligada al Cristianismo como fuente fundamental para el diseño del edificio moral y espiritual que la caracteriza. Este punto es crucial, por razones que quedarán claras más adelante.
En el largo, arduo y esforzado avance en la búsqueda de conocimiento, el humano ha tenido que lidiar con incontables obstáculos, y no se niega que los principales lo representaron las posturas restrictivas de la Iglesia Católica, principal institución cristiana en la historia de Occidente. Fueron estas restricciones, en conjunto con otros factores contemporáneos a distintas épocas históricas, lo que definió en gran parte el ritmo de avance científico.
El Iluminismo, surgido en el siglo XVIII, marcó el inicio concreto de un andar que llevaría eventualmente a un cambio sustancial en la estructura de pensamiento y en el abordaje al conocimiento científico, siendo así también el punto de partida para el replanteamiento progresivo cultural respecto a la postura de autoridad de la religión cristiana como rectora de la perspectiva del humano hacia la existencia.
En este nuevo contexto fue que la ciencia, finalmente libre de las restricciones que hasta ese momento le habían sido impuestas, asumió y estableció un nuevo paradigma con respecto no sólo a la búsqueda de conocimiento, sino principalmente, a la aproximación e interpretación del conocimiento: el mecanicismo reduccionista, surgido de la amalgama de este nuevo contexto y de los extraordinarios avances en la física y la química que develaron insospechados ámbitos antes desconocidos de la existencia a nuestro alrededor.
De tal forma, el elemento fundamental representado por este cambio fue el despojarle peso al llamado pensamiento mágico ó "precientífico" con el que se percibía e interpretaba explicativamente la amplia gama de aspectos de la existencia observable - e imaginable - y que la ciencia hasta entonces era incapaz de abordar adecuadamente.
La culminación ideológica de este nuevo paradigma tomó forma, entre otras, en el positivismo, doctrina de pensamiento cuyos estatutos marcan que:
- La existencia toda puede ser reducida a leyes físicas. Todo fenómeno real tiene un fundamento en la física.
- La búsqueda de conocimiento debe centrarse (limitarse) al estudio de sistemas determinables simple y aisladamente.
- Los fenómenos y procesos existenciales son determinísticos (aquí otra doctrina, el determinismo) por naturaleza, y algunos son debidos a mero azar.
- Las características de sistemas complejos son el resultado de las características de sus elementos constituyentes. El todo es única y exclusivamente la suma de sus partes.