El trasfondismo omnipresente

Inmenso. Inabarcable. Titánico en espacio, gigante en intrincancias, casi infinito en tiempo diluido en transcurrencia.

 

Vastedad abrumante, como abrumante el intento por hallar el sendero por el que alguna vez se hizo todo desde el punto inicial, perdido hace mucho ya en la bruma de eones pasados, inabarcables por discernimiento alguno. El trasfondo.

El trasfondo

La secuencia introductoria del trabajo cinematográfico Alien 3 es un ejemplo magistral del concepto que llamaremos trasfondismo. El escenario es un planeta sin relevancia (1), en una ubicación de lejanía remota, olvidada (2); en el paisaje de este escenario dominan imponentes ruinas de maquinaria industrial inmensa (3).

 

Considerando el contexto temporal del escenario, muy avanzado en un futuro imaginado en el que el humano ha logrado la capacidad de viajar interestelarmente, estos tres elementos son la clave de esta escenificación para comprender el lenguaje del trasfondismo: estas ruinas son un mensaje sutil de la intrincada vastedad del universo espacial alcanzado por la exploración humana en ese futuro; su presencia, abandonadas y en estado de ruinas, en un planeta olvidado en lejanías sin relevancia - relevancia respecto a qué, dejado a la imaginación - sirve para recalcar y magnificar aún más la inmensidad del escenario de trasfondo: no el visible directamente, sino el señalado por implicación, subyacente. Que sean ruinas, hace alusión a la prolongación indeterminada pero ciertamente enorme del tiempo transcurrido a partir del futuro mismo: una historia vasta ya dentro del futuro. Que su ubicación esté ya en el abandono y olvido, alude además a una multitud enorme de posibles explicaciones que tejen un entramado de complejidad ilimitada, expansiva en el espacio y tiempo de ese contexto.

 

Otra forma que se emplea en estas imaginaciones para aludir al trasfondo es lo que llamaremos paralelismo de diametralidad opuesta. En Alien: el octavo pasajero, esta forma es un elemento fundamental de la escenificación:

Trasfondismo

A la contextualización que enfatiza la normalidad, en ese futuro escenificado, de viajes a través de espacios interconstelacionares con fines de explotación de recursos minerales, se le agrega el mostrarlo como una actividad ubicua y rutinaria llevada a cabo sin demostraciones de grandilocuencia extrovertida - como las imaginaciones estereotípicas futuristas suelen hacer - sino con la mecánica actitud rayana en la apatía del tradicional y simple obrero. Este hecho logra efectivamente recalcar el avance tan grande logrado tecnológica, económica y socioculturalmente necesario para dar plausibilidad a tal escenario. Si distancias tan vastas son recorridas de forma rutinaria por una tripulación de obreros que ejecutan su trabajo con la misma actitud laboral de tedio que cualquier obrero de nuestra presente realidad, el mensaje es claro: la inmensidad del trasfondo. En ello radica el paralelismo de diametralidad opuesta: paralelismo entre nuestro presente y ese futuro, en el que lo rutinario es llevado a cabo de formas esencialmente iguales; diametralidad opuesta manifiesta en el contexto contrastante mostrado de una forma tal en que es inadmisible percibirlo como el estereotipo clásico sobre el futuro imaginado nos induciría a percibir, es decir, con extrovertidas grandilocuencias exaltadoras del futurismo.

 

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Otros escenarios distintos, pero no necesariamente separados del universo espacial de los ya descritos, en que se presenta a través de elementos esencialmente análogos ese trasfondo, son los típicos de trabajos pertenecientes al género literario-cinematográfico del cyberpunk: escenarios eminentemente megaurbanos, caracterizados por la espacialidad de escala abrumadora del desarrollo: la manifestación autoreplicante, reactiva y escaladamente irrefrenable del ecosistema humano urbano, las megametrópolis.

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Aquí la vastedad toma la forma de la imponente dominancia del crecimiento/desarrollo: la irrefrenabilidad del fenómeno humano, disparado hacia dinámicas de expansión concentracional ante cuyas manifestaciones, nuestro presente real es, en comparación, apenas un primer tanteo tímido.

 

Megaciudades que aglomeran en densidades inestimables poblaciones vastas de multirracialismo y multiculturalismo irregistrable; centros que fungen como espacios de habitación forzosa, ante la desestabilización consecuencial del equilibrio ecológico planetario que obliga al mantenimiento de estos enormes centros de concentración energética y administración de los sistemas de sustento artificiales humanos, supuestos como instalaciones totalmente autónomas abarcantes los yermos espacios geológicos externos a la megaciudad y vacíos de población humana.

 

La secuencia introductoria de Blade Runner 2049 se centra en ilustrar este preciso contexto:

 

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Los supervivientes de devastaciones ambientales reducidos a habitar estas megaciudades colmena "donde el sol opacado por el semi-invierno nuclear ya no alcanza a los transeúntes, habituados a vivir entre las sombras de los gigantes rascacielos. Ciudades devoradoras de todo espacio y paisaje sirven de excipiente para la solución humana"... "...Ciudades que se erigen protagonistas en cualquier actividad vital, y un ser humano que se limita a sobrevivirlas y soportarlas, porque ya no queda ningún otro sitio a donde huir. El hogar, un lugar pequeño en lo alto, o en lo bajo de un gran edificio, cuando no en las favelas periféricas, donde la claustrofobia no tiene cabida ya".

 

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En estos escenarios, la inversión manifestacional del trasfondo es patente respecto a los anteriores: estos ambientes megaurbanos son parte esencial del trasfondo de los escenarios descritos anteriormente, a cientos de años luz de distancia. Inversamente, en las distantes estrellas apenas visibles más allá de la bóveda de intenso e interminable brillo artificial de estas megaciudades colmena, yace el trasfondo de un universo donde la historia humana sigue expandiéndose hacia horizontes y tiempos infinitos.