El trasfondo elemental

La apertura

Hacer. Deshacer. Vivir. Existir.

 

La cuestión milenaria, el epítome fundamental del humano. La pregunta subyacente a todo, primigenia y final. Respondida en intentos infinitos, en manifestaciones conformantes culturas, civilizaciones enteras. Empero, persistentemente limpia, libre, poderosa, determinante.

 

Sentado en la quita soledad de la capilla rural, busqué amparo de la carga de mi mente, cerrándole el paso a, por lo menos, este simbólico santuario. Aún preso por ese impulsivo dictado a ocupar la mente en algo tangible, tomé el libro de cantos y me fui sumergiendo en sus páginas.

 

Iban y venían, desplegándose ante mí tan numerosas como diversas expresiones espirituales, desnudando aquella más clara condición humana que es el sufrimiento emocional y el anhelo por hallar reparo de él.

Un dia más entre mis manos,

un día más que tú me das,

qué es lo que puedo hacer

para que estés feliz cuando termine.

¡Oh, cómo quisiera en cada momento!

salir de esta oscuridad,

que no me deja ver

la senda que me das para correr.

 

Cómo quisiera amarte en quien camina junto a mí,

en quien se cruza por mi vida,

en quien me roza sin saber que estás allí, con él;

es lo que quisiera más, es lo que quisiera más por tí.

 

Las calles llenas de gente

y el horizonte acaba allí,

la multitud que va entre las sombras tan indiferente.

¡Oh, cómo quisiera hablarle a los hombres!

del modo que lo harías tú,

de la felicidad y de la paz que sólo tú nos das.

 

Así querré amarte,

en los pobres de la ciudad,

en quien está muriendo solo,

quien desespera sin saber

que estás allí, con él;

y yo quiero vivir así,

y yo quiero vivir así para tí.

Fue en las instancias de esa lectura, y del caudal de pensamientos y emociones liberados por ella, que comenzó a tomar forma una realización inexistente para mí hasta entonces, aunque sus componentes hubiesen abundado siempre a mi alrededor.

 

Creo poderme definir como un racionalista, mi mentalidad resultado de un cultivo progresivo y afortunado en la racionalidad. Empero, tal racionalidad, si ha tenido absolutismo, éste ha sido cautamente aplicado, librándola de fanatizarse, y dejando abierta la puerta a todo aquello catalogado o percibido ajeno a su reino, en gran parte como un campo no para desecharse ó despreciarse, sino para posponer a un tiempo indeterminado, para considerar siempre con cautela y, precisamente, racionalismo.

 

Hablo de todo aquello que actualmente es relegado al campo de la espiritualidad, del llamado misticismo. Aquello que, descríbase como se describa, es una parte del humano como individuo, como especie. Hablo no del misticismo superficial proclive a brindar explicación burda e ingenua - adjetivos que adquiere cuando a la luz de la razón científica - a fenómenos del mundo natural; hablo más bien de aquella parte de nuestro ser que, más allá de los procesos mentales conscientes, catalogamos como espiritual, más inclinada hacia aspectos emocionales que sentimos tienen una adscripción, una fuente, distinta a la de esa mente racionalista. Aquello no que nos dicta a hallarle explicaciones ingenuas a fenómenos (...)

 

(continuará)